Al sonar la alarma, aprieto duro el celular y abriendo los ojos exclamo un dulce "Puta" de buena mañana. Son las 7, ya son las 7 y me tengo que levantar. Sin pensarlo mucho pongo los pies en el suelo y busco mis zapatos. Me visto rápidamente mientras observo a mi amiga durmiendo en la cama alborotada, abre un poco los ojos y se ríe volviéndolos a cerrar. Con los dedos me desenredo el pelo e intento peinarme un poco mientras mi amiga poco a poco parece recobrar la conciencia y hablamos de nuestra noche de plática y desvelo.
Doy vueltas por el cuarto hasta que ella se levanta y se pone sus
chapus diciendo "tengo que ir al baño vos" y sale corriendo. Me quedo
viendo la ventana, acabo de ver pasar la noche, la madrugada y vi salir el sol
por ella. Le doy el último trago a un poco de coca que quedo en una botella
esperando me quite un poco el sueño pero no sirve de nada "te miras pura
adicta" bromea mi amiga al regresar y nos reímos. Me dirijo al
baño diciéndole antes que se arregle un poco para que me acompañe a
la parada, me lavo la cara, me vuelvo a hacer la media cola y me intento
asentar el pelo, parece que hoy no quiere cooperar mucho y lo dejo así.
Cuando salgo ella me espera en la puerta con una sonrisa y ojeras.
Al salir a la calle el frio nos llega y nos eriza hasta la medula, soltamos algunos insultos mañaneros y
tiritamos. El sol de la mañana calienta el día, la tienda de la esquina ya está
abierta y varias gentes andan ya en camino hacia algún lado igual que
yo. Mientras caminamos hablamos de que noviembre es mejor porque no es
tan frió. Hoy ya es 30 de noviembre, mañana será diciembre
y prácticamente el 2011 se habrá acabado.
Al darme cuenta me dan ganas de tirarme al piso a llorar, ya se
acabo, el 2011 se acabo, gracias a Dios.
Empiezo a hablar y digo lo que hacía hace un año, que
entonces todavía todo estaba bien,
que todavía había tiempo.
Me despedí con abrazo y subí a la camioneta cruzando los brazos y
apretando las piernas para guardar calor.
Empecé a recordar todo de repente, como la primera semana de enero
estuvo marcada para empezar mi sentencia, de como averigüe de los exámenes de
retrasada, de estudiar de emergencia y de unos masajes para verme más bonita.
La segunda semana fueron los exámenes, el lunes tuve mi primer examen, el de
marimba. A partir de ahí todo fue para abajo. Examen de guitarra. Examen de
acompa. El último día era mi examen de piano, pero antes de pasar a tocar me
llamaron para darme el resultado de marimba.
"María Fernanda" me dijo el maestro observando mi nombre
y apoyándose sobre una marimba, subió la mirada "no gano".
Fue la segunda vez en mi vida que sentí que se acababa
el mundo. "No profe, no me diga eso" dije con la voz obviamente
alterada y con los ojos empezando a lagrimear.
"Es verdad" siguió el. "A la profe pero
algo se puede hacer verdad" dije como suplicante. No podía ser
verdad.
"No se puede ya. Que lo siento María Fernanda" dijo por
ultimo y note un poco de pena en sus ojos al decirme lo último. No pude más
y solté en llanto. Salí del salón temblando y llorando, varias personas
llegaron hasta a mí y me preguntaron que había sucedido. Yo solo podía mover la
cabeza en negación.
Llegue hasta el patio a tropezones porque no podía ni siquiera ver
bien. El mundo daba vueltas.
Me apoye en una pared del patio y dando un respiro profundo,
intente tomar fuerza pero no podía. Me agache hasta topar el piso y llore aun
con más fuerza. ¿Es en serio Dios? repetía una y otra vez dentro de mí,
mientras mis amistades me rodeaban con palabras alentadoras que nunca llegue a
escuchar verdaderamente. No puede ser Dios, decía y lloraba tiritando.
"No te pongas así, que eso es lo que a ellos les gusta"
me dijo alguien sobando mi espalda. Eso me sirvió y logre reponerme
un poco. Ya no lloraba pero el temblor en mi cuerpo no parecía querer detenerse.
Después de eso todo fue tan rápido que ya no recuerdo con
exactitud lo que sucedía. Solo recuerdo sentir que con cada segundo que pasaba
se me iba la vida prometida de las manos. Sentía que la vida se me iba, que
abandonaba mi cuerpo y me dejaba muerta.
Todas las noches llore por horas hasta quedarme dormida y sin lágrimas.
Al no mas estar consciente de mi existencia volvía a enterrar la cara en la
almohada aun húmeda y seguía llorando. Recuerdo los comentarios de mis amigos
en facebook, lamentando la noticia que les había dado. De nada servia
sinceramente.
Un día se acabaron todas las opciones, no había ya porque luchar
pero igual yo no quería aceptarlo. Tenía que repetir el año. No sé de donde,
pero encontré fuerza y empecé de nuevo. Recuerdo ese primer día, sentada en un
escritorio del fondo con la cara escondida entre los
brazos mordiéndome la lengua para no llorar al escuchar a mis
compañeros (mis hermanos) en la clase de al lado recibiendo clase de Practica
Supervisada. Fue tan duro ese primer día, que recuerdo haber pensado en tirarme
frente alguna camioneta de esas que van muy rápido como para frenar. Pensé si
me dolería tanto como me dolía el pecho en ese momento. Nunca lo comprobé.
Así empezaron a pasar los meses, sentada en una mesa en el patio o
hablando atreves de la ventana de séptimo. Por más que bromeara, por más que
sonriera, me sentía muerta.
Al llegar junio me di cuenta que era una guerra perdida seguir en
la escuela, que yo ya no lo deseaba, que mi voluntad era inexistente y que la
posibilidad de la locura o el suicidio era inminente si seguía.
Decidí dejar de ir. Recuerdo habérselo dicho a unos pocos,
solo para que supieran que ya no contaran conmigo porque no iba a volver. Se
pusieron un poco tristes, pero creo que sabían que yo ya no podía seguir así.
Me desearon lo mejor y ese día fue la última vez que use el uniforme.
Los meses siguientes fueron eternos, estar en la casa era tan
aburrido.
Esto de ser "ama de casa" nunca será para mí. Estar
sola, limpiar la casa, hacer la comida, lavar la ropa y no hacer nada. Esa era
mi vida, porque aunque estudiaba bachillerato los domingos nunca fueron un reto
las clases. Siempre gane sin esforzarme.
Sentía que las paredes de mi casa eran una prisión y lo único que
me repetía era "El otro año todo va a volver a estar bien, ya vas a
ver." Lograba terminar el día siempre con eso en la mente. El facebook no
ayudaba así que decidí bloquear a absolutamente a todos mis amigos de la
escuela, la idea era borrarlos pero nunca me atreví. De esa manera sus
vivencias y felicidad ya no llegarían a mi miserable vida.
Me sentía muy sola, como si todo el mundo tuviera una vida que
vivir menos yo, que había perdido ese derecho de vivir y ser feliz.
Afortunadamente siempre tuve alguien a mi lado, escuchar su voz
por el teléfono decirme "Vamos Mafer, tu puedes" todos los días era mi
fuerza para vivir, porque en serio yo no quería.
Me sentía tan pequeña e insignificante todo el tiempo.
Mi rincón de instrumentos empezó a verse totalmente abandonado, había
libros amontonados sobre el teclado y la marimba, la bolsa de la guitarra
estaba algo abierta de la ultima vez que la saque de ahí, algunas partituras se
colaban por entre los libros. La esquina se volvió tan lúgubre,
todo estaba tan cubierto de polvo, parecia un mausoleo abandonado.
Cuando fue mi cumpleaños me llegue a sentir verdaderamente
optimista, pero no duro demasiado. Al menos ya no estaba tan deprimida como
antes.
Durante todos estos meses había probado tantos medicamentos y sus
efectos que ya no me permitían distinguir entre la tristeza, la alegría, la aberración
y la euforia. Me sentía una muñeca insensible y aburrida con ellas, pero sin
ellas era un pedazo de mierda nada más. Al final las deje de tomar, por mucho
que me regañaran ya no quería sentirme tan inútil, prefería ser el pedazo de
mierda que la muñeca insensible; sin felicidad y sin tristeza.
Empecé a abrir los ojos en la mañana sin llorar, empecé a olvidar
cosas. Hay recuerdos que por más que quisiera recuperar nunca volverán. Era lo
mejor, si no puedo recordar mi pasado no lo puedo extrañar.
Muchas veces cruzó por mi cabeza
consumir algún estupefaciente, pero algo en serio. Tomar alcohol.
Fumar. Drogarme a lo grueso. O ya de plano cortarme, lastimarme. No sabía si algo de eso mitigaría el
dolor que aun restaba en mi. Es que era el dolor más ácido y
duro. Nunca lo hice, claro está, por mucho que pensara en eso sabía que no
me llevaría a ningún lado. Además, no tenía dinero.
Al llegar octubre, llegaron los últimos exámenes en el
bachillerato y me di cuenta que aunque durante el año nunca los tomé en cuenta,
mis compañeros del fin de semana se habían vuelto parte de mí. Aprendí tanto
esos domingos, tal vez no sobre las materias que impartían, como de la vida y
el deseo de seguir adelante. Me sentí tan culpable porque nunca me fije que se habían
colado en un pedazo de mí ser y que nunca se irían de ahí, que siempre
recordare sus sonrisas amables y sus bromas divertidas.
Como aun quedaban algunos días decidí darles lo mejor de
mí los días que los viera. No sé si logre que notaran cuanto significan ahora
para mí, pero al menos lo intente.
Entonces llegaron otros problemas, comprar un carro, conseguir un
trabajo, decidirme sobre una universidad.
Fui a un par de entrevistas pero nada. Hemos buscado un carro pero
todavía nada. He estado pensando tanto en la universidad, pero es que todavía
hay mucho más que pensar.
El día de la graduación fue un día tan irreal, tan falso.
Cuando me vi sobre ese escenario con las luces en la cara, estuve
a punto de entrar en crisis. ¿Que era todo esto? Esto no era el conservatorio.
No hay una marimba por aquí cerca. Ni la bandera de la escuela. ¿Donde estaban
mis amigas/hermanas? ¿Donde estaban todas esas caras familiares?
No, no había nada de eso ahí.
Cuando me miro en las fotos con una toga sosteniendo un diploma y
con una medalla en el cuello, sonriendo.... esa no puedo ser yo.
NO
Yo no puedo ser esa. Yo no puedo estar ahí. ¡¡Yo NO!! ¡¡¡YO
NO!!!
De repente caigo en la cuenta que si lo soy. Me recuerdo todo lo
que ha pasado y recobro la cordura. Paso del pánico absoluto
a algún tipo de resignación.
Hoy ya es 30 de noviembre, mañana será diciembre y prácticamente
el 2011 se habrá acabado.
Mi pesadilla promete no tener más que unos 31 días más,
entonces todo acabara y será historia.
Todo el tiempo intento ser tan optimista como me lo permite mi
personalidad, pero no siempre funciona. Le doy gracias a Dios que a pesar de
todo el drama y la comedia de este año, siempre tuve el apoyo de mis papás,
tuve a mi hermana que a su manera muchas veces me dio valor, tengo tantos
amigos que en los momentos más precisos me sacaron una sonrisa sin saber cuánto
me hacía falta un poco de calor en el corazón.
A pesar de todo, sé que nunca he estado sola. Todo esto me ha
pasado por una razón, Dios tiene un destino grandioso para mí y para todo
lo que aprendí. Sigo pensándolo aunque allá muchos incrédulos,
sé que algún día voy a dejar mi huella en este mundo, tal vez una
pequeña, pero sé que será eterna.