Tal vez es que ando sin calcetas,
o que no me he bañado en días,
o que es principios de enero y hace frió.
Pero me gustan. Los odio y me gustan.
Me duelen estos escalofríos, pero al mismo tiempo
ese dolor que siento en la piel cuando se eriza,
me encanta.
Soy adicta a esta sensación,
y hace tanto que no la sentía que me siento bien.
No se como llamarle a esto, pero lo necesito.
De cualquier fuente que sea, necesito esta sensación.
A veces creo que es angustia,
a veces creo que es de emoción,
de excitación.
Pero lo necesito, es como estar viva.
Me recuerda que existo en este tiempo, en este cuerpo.
Que esta soy yo.
Amo que se erice mi cuello, mis brazos, las piernas y todo.
Amo este frió que duele.
Creo que hay algo dentro que me duele,
que se quiebra adentro y sus puntas afiladas me cortan
y me duele y lo disfruto.
Estoy loca.
Quisiera que no se fuera nunca,
porque es tan fuerte y tan maravillosamente tormentosa
que me dan ganas de morirme pero de volverlas a sentir.
No quiero que se vaya, este sensación de estar viva,
sufriendo pero viva, no quiero que se vaya nunca.
Tal vez es la tristeza, a la que estoy tan jodidamente adicta.
