lunes, 30 de mayo de 2011

Diario de un alma enferma 4.1

Dos menos cinco de la tarde, horario de Guatemala. Los carros pasan y pasan, la gente pasa y pase, entra y sale de la escuela de paredes verde con blanco y con sonidos de marimba rebotando al fondo del pasillo. La ventana siempre la tengo abierta para q el don del bus no crea q no estoy.
La mayor parte del tiempo estoy sola esperando a veces un minuto a veces espero 20 nunca se sabe cuando va a pasar. Mientras le hago de portera abriendo y cerrando para todos los q entran y salen y pasan de mi y de mi existencia como si de verdad fuera mi trabajo abrir y cerrar la puerta. Algunos me dicen gracias otros piensan q la puerta se abrió sola y otros me miran como con pena.
Pero cuando estoy sola es lo malo. Me pongo tan melancólica y desesperada por querer irme de ahí, por querer alejarme del edificio de paredes verdes con blanco y de sus sonidos de marimba rebotando al fondo.
Un minuto
Dos minutos
Cinco minutos
Diez minutos
Quince minutos
¿Donde podrá estar el bus? ¿Se olvido de mi? Antes llamaba al celular del chofer para saber si me había dejado o no pero desde que una vez me hablo abusivamente ya no lo hago.
Cierro los ojos y veo un flashaso, ha sido el reflejo del sol de la tarde sobre un carro. De pronto escucho la estridente bocina del bus amarillo que me espera al otro lado de la calle. Cierro la venta, abro la puerta y la cierro con cuidado para q no se somate. Cruzo la calle con demasiada precaucion como siempre y saludo al chofer. A veces me contesta amable a veces no me escucha. Busco un lugar donde sentarme en ese circo y encuentro un asiento libre del lado derecho, el tercer sillón. Me voy en la orilla porque luego debo cambiar de bus y así no tengo q decirle a nadie q me de permiso. Entre menos palabras tenga q decir mejor.

No se como ni en que momento se me han cerrado los parpados y me quede dormida entre el bullicio de niños del san Pablo corriendo y jugando, niñas de la casa central diciendo palabrotas disque para verse atractivas con los del liceo clásico y el chirrido de las llantas al frenar.
Me ha despertado el grito de llamada de atención del chofer a los del bus uno, hemos llegado al colegio Putzeys donde cambiamos de bus. Me paro y me bajo del bus todavía dormida y al poner los pies en la acera me despierto mejor. Camino y llego a la puerta del bus uno donde una niña que besa a su novio de manera grotesca no me dejan pasar. Luego de presenciar tan desagradable muestra de afecto publica logro subir al bus para descubrir que mi hermana quien tendría que guardarme lugar no esta y que seguramente decidió irse en camioneta ese día. Busco casi desesperada otro lugar donde no haya nadie. Demonios todos están ocupados.
COMO ODIO HA ESTA GENTE.
Pienso por dentro. Aunque en mi cara también se puede notar. No hay ningún lugar libre pero veo que en un asiento solo hay una mochila colocada a la mitad del sillón, decido correrlo al pasillo y sentarme en la ventana para poder recostarme en ella y dormir a gusto. Pienso en ver de quien son las cosas que he movido de lugar, pero al no mas recostar mi cabeza en el vidrio me quedo profundamente dormida.
Abriendo a penas los ojos veo que la persona que se sentó a mi lado ya se ha ido y que vamos a mitad de recorrido, me acomodo de otra manera en el sillón y sin quererlo me vuelvo a dormir.
Esta vez me despiertan las bocinas de los carros: hay trafico llegando a Monserrat, ya casi todos se han bajado así que solo vamos unos 6 en el bus. Pienso en irme despierta el resto del camino y así lo hago hasta que a apenas una cuadra de mi casa me he vuelto a quedar dormida sin darme cuenta y una niña me ha tenido que despertar para que me baje.
Me levanto de un brinco y me bajo sin pensar realmente en lo que hago.
El sol brilla aun fuerte a las cuatro de la tarde sobre la sucia calle de la sexta avenida, cruzo lo calle y luego de rebuscar en mi mochila le muestro al guardián de un portón mi carnet para que me deje entrar. De mala gana abre el portón y entro. Camino lento y con fachas de sabe Dios que (Ana dice de drogadicta) hacia mi casa, una vecina pasa y me mira feo yo ya no le pongo importancia. Si supiera que su querida hijita hace mil veces mas cosas malas que yo.
Abro el portón de mi casa, toco el timbre de la puerta y me abre mi abuelo, Elly me saluda feliz dando brincos y moviendo la cola. Tiro mi mochila sobre el sillón camino a mi cuarto y me dejo caer sobre mi cama.
POR FIN EN CASA.

1 comentario:

  1. porq cuando empezas a odiar el bien ajeno y queres dejar de hacerlo empezas a funcionar como grabadorcita recordando todo lo q haces para escribirlo en el blog

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