Eran los 6 de la tarde de un domingo cualquiera. Después de hacer varias tareas de la casa y verificar algunas cosas que faltaban en la cocina, subió a su auto dirigiéndose al comercial a comprar lo faltante.
El atardecer resplandecía al fondo de las montañas mientras una nube gris se iba asomando lentamente.
Tomo varias cosas de los anaqueles, salsa, servilletas, un par de sopas. Atol, para la mañanas. Pan sandwich, azucar, leche, aceite... y así seguía la lista mental que llevaba preparada.
Y mientras caminaba empujando el carrito a través de los pasillos, escucho el estruendo del cielo.
Llego corriendo a la caja pero solo había una señorita.
Rápido, rápido, rápido pero la patoja era mera lenta.
Ella volteaba a ver hacia afuera, mientras la nube negra cada vez se acercaba mas y mas.
Por fin llego su turno, ¡gracias a Dios llego su turno!
Pago y se fue a paso apresurado hasta el estacionamiento. Unas pequeñas gotas cayeron en su cara. Se subió y emprendió el regreso a casa. Una cuadra, dos cuadras, avanzaba rápido pero prudentemente por las calles. Llego a la garita de la colonia, ¿por que la gente no tiene lista su licencia cuando llega a garita?!
De repente una por una, pequeñas gotas de agua empezaron a caer de la nube gris que había alcanzado su objetivo.
Por fin el carro de enfrente avanzo y ella no dijo su habitual "Buena tarde" cuando paso junto al guardia. No tenia tiempo para amabilidades. La gente empezaba a correr buscando refugio o llegar a su casa, igual que ella.
Las gotas cada vez eran mas constantes y empezaron a mojar todo a su paso. Gracias a las laminas de la colonia se escuchaba como se venia acercando.
Estaciono el carro lo mejor que pudo en su urgencia, abrió la puerta de la casa pero ya era tarde.
Cuando llego al patio de atrás, vio la catástrofe.Ya no había nada que hacer solo pudo exclamar con horror:
-AY LA ROPA!.
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